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domingo, 19 de julio de 2015

Borges vs Borges


Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo es uno de los escritores más importantes de Latinoamérica, y sobre todo de Argentina. Sin duda su infinito conocimiento sobrepasa mis aptitudes de comprensión. Por tal motivo, en este post quiero expresar mi admiración hacia él mediante dos cuentos, los cuales comprendí (o eso espero). Los dos pertenecen al libro “El Aleph”, y uno de ellos se llama igual que el libro: “El Aleph”, y el nombre del otro es “El Zahir”. La manera en la que he elegido exponerlo es publicando partes de ambos cuentos, a las que considero de mayor profundidad y por lo tanto las mejores. Para una mejor recepción, cada fragmento inicia con una pequeña intro para que se puedan involucrar con el cuento en forma general.
Poco puede aportar lo que yo piense de Borges, pero indudablemente, su manera de escribir y su filosofía me ha marcado después de leerlo. Siempre pienso en su cabeza como una gran biblioteca, de pisos incontables y con estanterías sin límites. Y cada vez que entró en El Ateneo Grand Splendid (https://es.wikipedia.org/wiki/El_Ateneo_Grand_Splendid) suelo sentirme dentro de su cabeza, de su mundo, pensando que cada libro, cada escritor, cada personaje, cada descripción, cada lector son producto de su creatividad, y que pertenecen a un cuento de él.
Para culminar, les dejo algo de mi propia autoría, inspirado por ambos cuentos y que le di el nombre de “Universo”. 
 

El Aleph, (El Aleph, 1949)

Intro:

El cuento está narrado en primera persona particular, en una puesta en abismo en la cual la voz del narrador se identifica con la del autor y el protagonista del cuento, Borges: "Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges". Con esta estrategia, Borges pretende, al incluirse en el texto, confrontar al lector con una representación ficticia de sí mismo, con un objetivo preciso y teóricamente desconocido por el protagonista del cuento. Gracias a esta mise en abyme, el autor sugiere la indefinición de los márgenes entre lo real y lo ficticio. Además del autor, el cuento hace alusión a varios personajes históricos, como Paul Fort, HomeroHesíodoCarlo Goldoni y Michael Drayton, por ejemplo.

Fragmento elegido

“...En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo. Sentí infinita veneración, infinita lástima…” 

 
El Zahir, (El Aleph, 1949)

Intro:

             La historia es relatada en primera persona; el narrador-protagonista lleva el mismo nombre que el autor empírico (Borges). Dice estar escribiendo esta historia cinco meses después de haber encontrado el Zahir, hecho acaecido un 7 de junio luego de asistir al velorio de Teodelina Villar. Ya en el comienzo del relato se percibe el influjo que el objeto tuvo sobre el personaje.

Teodelina Villar había sido un símbolo de la moda de quien el personaje había estado enamorado. Teodelina representa lo efímero, lo fugaz, que contrasta con lo perenne e inmutable del Zahir.
Borges recibe el Zahir como vuelto por el pago de una bebida alcohólica, una caña; se trata de una moneda de veinte centavos que estudia brevemente y que gradualmente comienza a ocupar su pensamiento. Al día siguiente se deshace de ella al darla en pago de una caña en un almacén distinto, cuyo paradero se esfuerza en ignorar.
Obsesionado por esa moneda, Borges encuentra distintas referencias históricas del Zahir, acompañadas de meditaciones de características místicas o religiosas.
El Zahir irá ocupando cada vez con más intensidad todos sus pensamientos, hasta que llegará el momento en que Borges prevé que dejará de percibir el universo para contemplar únicamente el Zahir. 

Fragmento elegido

“…El tiempo, que atenúa los recuerdos, agrava el del Zahir. Antes yo me figuraba el anverso y después el reverso; ahora, veo simultáneamente los dos. Ello no ocurre como si fuera de cristal el Zahir, pues una cara no se superpone a la otra; más bien ocurre como si la visión fuera esférica y el Zahir campeara en el centro. Lo que no es el Zahir me llega tamizado y como lejano: la desdeñosa imagen de Teodelina, el dolor físico. Dijo Tennyson que si pudiéramos comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo. Tal vez quiso decir que no hay hecho, por humilde que sea, que no implique la historia universal y su infinita concatenación de efectos y causas. Tal vez quiso decir que el mundo visible se da entero en cada representación, de igual manera que la voluntad, según Schopenhauer, se da entera en cada sujeto. Los cabalistas entendieron que el hombre es un microcosmo, un simbólico espejo del universo; todo, según Tennyson, lo sería. Todo, hasta el intolerable Zahir.
Antes de 1948, el destino de Julia me habrá alcanzado. Tendrán que alimentarme y vestirme, no sabré si es de tarde o de mañana, no sabré quién fue Borges. Calificar de terrible ese porvenir es una falacia, ya que ninguna de sus circunstancias obrará para mí. Tanto valdría mantener que es terrible el dolor de un anestesiado a quien le abren el cráneo. Ya no percibiré el universo, percibiré el Zahir. Según la doctrina idealista, los verbos vivir y soñar son rigurosamente sinónimos; de miles de apariencias pasaré a una; de un sueño muy complejo a un sueño muy simple. Otros soñarán que estoy loco y yo con el Zahir. Cuando todos los hombres de la tierra piensen, día y noche, en el Zahir, ¿cuál será un sueño y cuál una realdad, la tierra o el Zahir?
En las horas desiertas de la noche aún puedo caminar por las calles. El alba suele sorprenderme en un banco de la plaza Garay, pensando (procurando pensar) en aquel pasaje del Asrar Nama, donde se dice que Zahir es la sombra de la Rosa y la rasgadura del Velo. Vinculo ese dictamen a esa noticia: Para perderse en Dios, los sufíes repiten su propio nombre o los noventa y nueve nombres divinos hasta que éstos ya nada quieren decir. Yo anhelo recorrer esa senda. Quizá yo acabe por gastar el Zahir a fuerza de pensarlo y de repensarlo, quizá detrás de la moneda esté Dios.”


Universo

“Y al leer a Borges, me sentí ingenuo, ignorante. Me sentí ínfimo en un universo perfecto e inmenso,  el cual era su cabeza. Me encontré siendo un niño jugando con temas de adulto. Su perfección me redujo a la nada, a lo que realmente soy... Y cuando me puse a reflexionar, no encontraba palabras para explicar algo que era inexplicable. Y cuando pensaba que no las iba a encontrar, cayeron como catarata. Me encontré solo en la nada misma, rodeado de espejos, y en cada espejo estaba reflejado mi ser pero sin ser yo (por lo menos físicamente). Fue cuando El Zahir y El Aleph coincidieron en un mundo que no los merece, porque no estamos capacitados para tal excelencia. Desde ese momento, rondan en mi cabeza, de manera permanente.”

viernes, 10 de julio de 2015

El optimista Woody Allen


 Mi primer encuentro con Woody Allen fue cuando tenía catorce años. Si no me equivoco fue por el año 2005 y no sabía quién era ese personaje petiso, pelado, flaco y con anteojos que me llamaba tanto la atención. Me acuerdo que me quedaba hasta la madrugada viendo partidos de Los Lakers, más particularmente de Kobe Bryant, y si no había partidos de la NBA, empezaba a cambiar de canales hasta que algo me llamará la atención. Por ese entonces TELEFE emitía películas en ese horario. En su mayoría eran películas malas, pero de vez en cuando, aunque no conocía el nombre de la película, ni los actores, me enganchaba con alguna. Ese día en particular me acuerdo que después de terminada la película, me costó dormirme y no sabía bien el porqué.  La película era “Ladrones de medio pelo”, y aunque no esté dentro de mis películas preferidas de Woody, pienso que refleja su humor plenamente, y más para una persona que desconoce su existencia.

Como de costumbre, había agarrado la película ya en su comienzo, pero no tan avanzada. La película en sí, presenta a una pareja de estafadores venida abajo compuesta por Woody Allen y Trace Ullman, donde ella tiene una personalidad fuerte, con aires de grandeza, que no para de hablar… me recuerda mucho a mi mamá. Y Woody encarna a un Ladrón que tiene pensado robar un banco, pero básicamente no le sale una. Para lograr el cometido de robarlo, Ray (Woody Allen) decide reunir a un grupo de ladrones e instalar un local de pizzas cerca de este, el cual es atendido por Frenchy (Trace Ullman). Mientras tanto, utilizarán el sótano para empezar a cavar un túnel bajo tierra para poder acceder al banco. La cuestión es que mientras a Ray le sale todo mal (literalmente todo mal) Frenchy consigue tener éxito con el negocio, lo cual me parece un planteo irónico de lo más atrayente. Esto, acompañado de la lluvia de comentarios sarcásticos, me produjo una excitación tal, que hasta el día de hoy tengo el recuerdo como si estuviera “recién pintado”.

Pero, como dije anteriormente, la mayoría de las veces, no sabía de qué película se trataba, ni quiénes eran los actores, y mucho menos quien era el director. Tarde bastante en obtener mi reencuentro con Woody Allen. Fue seis años después de esa noche, que pude volver a verlo, y en el cine. En este caso, la película no reflejaría el sentido de humor de Allen, pero se transformaría en mi película favorita, o por lo menos en la película que he visto más veces. Pienso que los primeros cinco minutos ya me alcanzan para considerarla la mejor, y si alguien me viera contemplando esas imágenes pensaría que me encuentro en estado vegetativo o en algún estado de inconsciencia. La peli es “Medianoche en París”. Me hacen acordar a las primeras imágenes de “Manhattan”, pero con diferente resultado. Las primeras imágenes de “Manhattan” son en blanco y negro, lo cual me produce nostalgia, y hay que añadir a un Woody Allen tratando de describir la ciudad pero buscando empatía, lo cual le dificulta a uno apreciar las imágenes. En cambio, en los primeros cinco minutos de “Medianoche en París”, las imágenes son muy coloridas, y muestran la magia de Paris, tanto de día, como de noche, con un clima soleado y bajo la lluvia, todo esto acompañado por la canción de sidney bechet, “si tu vois ma mère”. La misma melodía me lleva por las calles que se van proyectando en las distintas escenas y me hace ver y sentir lo que les pasa a las personas que están presentes en ellas. Culminan mis mejores cinco minutos de apertura, y la peli arranca con un Gil Pender (Owen Wilson) totalmente enamorado y cegado por el encanto de la ciudad. Todo esto la hace de algún modo perfecta. Pero mi encanto por esta peli no es sólo porque que me ponga imágenes de Paris todo el tiempo, sino que pienso que Woody Allen pudo recrear un parque de diversiones en esta peli. Recreo el clima artístico que vivió Paris en los años 20´, y lo complemento con un personaje nostálgico, neurótico y simple.

Les dejo lo que considero uno de los mejores diálogos de la película, donde Ernest Hemingway describe una experiencia de guerra a Gil Pender y le plantea una idea donde sobresale la personalidad pasional del famoso escritor:

“…Hemingway: -La misión era tomar la colina. Éramos cuatro, cinco contando a Vicente, pero había perdido una mano al estallar una granada y no podía luchar como lo hacía cuando le conocí. Y era joven y valiente, y la colina estaba encharcada de tanta lluvia, y el camino descendía, y había muchos soldados alemanes, y se trataba de apuntar al primer grupo y con puntería certera, retrasarles.

Gil: - ¿Tenía miedo?

Hemingway: - ¿De qué?

Gil: - De que le mataran.

Hemingway: - No escribirá bien si tiene miedo a morir. ¿Lo tiene?

Gil: - Si, lo tengo. Yo diría que es quizá mi mayor miedo realmente.

Hemingway: - Es algo que le ha pasado a todos los hombres y a todos les pasará.

Gil: - Lo sé, lo se…
Hemingway: - ¿Ha hecho el amor con una auténtica gran mujer?

Gil: - La verdad es que mi novia es bastante sexy.

Hemingway: - ¿Y cuando hace el amor con ella siente una pasión bonita y veraz, y al menos en ese momento pierde el miedo a la muerte?

Gil: - No, no suele ocurrirme…

Hemingway: - Creo que el amor que es veraz y real crea una tregua con la muerte, la cobardía viene de no amar o no amar bien, que es lo mismo. Y cuando el hombre que es valiente y veraz mira cara a cara a la muerte como cazadores de rinocerontes que conozco, o Belmonte, que es valiente de verdad; como aman con suficiente pasión apartan a la muerte de su mente, hasta que vuelve como hace con todos los hombres, y es hora de volver a hacer el amor de verdad. Piénselo bien…”

 

A partir de ese momento, inicié mi curiosidad por Allen, y hasta el día de hoy he visto casi toda su filmografía. Sin duda es mi director favorito. Todos pueden decir que es pesimista, y proyecta esas ideas en las películas. Pero de alguna manera, cada vez que veo sus películas, me reconforta que los finales sean de aliento. Desconozco si lo hace para que sean comerciales, o porque en realidad piensa que el final tiene que dar esperanza. Pero su pesimismo, me hace ser proactivo. Desde muy joven, está consciente de que la muerte está presente, y como los filósofos, nunca se olvida de esto. Pero en lugar de preguntarse ¿Por qué?, hace todo lo contrario. Trata de olvidarse de que ese final tan trágico se acerca haciendo lo que más le gusta… escribir guiones para sus películas.