Bella mañana de domingo que adorna mi vida, ¿Por qué la
felicidad ha golpeado a mis puertas y se ha esfumado por la chimenea del cuarto
de atrás? ¿O es acaso que el amor es igual o más falso que papa Noel? Es decir,
no tengo chimenea en primer lugar. ¿Por qué los sentimientos por aquella
hermosa mujer que yacía postrada del lado derecho de mi cama se han evaporado
luego de la ebullición de nuestro amor? ¿Por qué las otras personas son tan egocéntricas, al igual que mi
persona?
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Estoy
sentado elegantemente en el café de la esquina de mi hogar, en unos de los
barrios de mayor reconocimiento de mi ciudad. El ambiente es tranquilo y solo
se escucha la música de fondo, la cual es casi siempre Jazz. De vez en cuando
se oyen los susurros de las mesas vecinas, y sólo si uno presta atención. No
hay televisores y sobre el mostrador solo se encuentran los diarios de la clase
alta. La verdad es que no me siento cómodo acá, la mayoría son de edad
avanzada, y las pocas personas de mi edad son diferentes a mi ¿Qué cómo lo sé? Pienso que uno se da cuenta
solo al verlos. Su ropa, sus celulares, su mirada y esa expresión de seguridad.
El margen de la seguridad de esos chicos es enorme. Es como si tuvieran todas
las chances de ganar porque tienen muchas para perder.
Son las
8:30 am y todos están vestidos como si hubiesen comenzado a prepararse a las
04:00 am. Se puede apreciar a las mujeres con sus vestidos caros en una
posición frágil y vulnerable. En cambio, los hombres ponen sus tobillos
derechos arriba de sus rodillas izquierdas y ubican los hombros por arriba del
respaldo de las sillas, ensanchando sus espaldas. Su mentón está por encima de
la postura indicada y sus ojos no miran a nadie. Los meseros están vestidos de
manera formal y solo se limitan a ser corteses. Parece una escena en la cual
falta que el director grite: -Corten!
Mientras
estoy leyendo la parte de economía del diario, dos mujeres de unos cincuenta
años ingresan al local. Sin dudarlo, y aunque saben que no encajan con el
ambiente, se dirigen a una mesa en el centro del lugar. Durante este recorrido,
una de las señoras golpea con su cartera a otra que estaba sentada comiendo una
tostada con mermelada y queso. Como consecuencia del golpe, la señora que se
encuentra sentada deja caer la tostada la cual alcanza el piso del lado que
siempre las tostadas caen cuando tienen mermelada y queso. La señora con la cartera le pide disculpas,
pero la que está sentada se le queda mirando como diciendo: -¡Qué barbaridad! Esta
gentuza que no se ubica y no mira por dónde camina- No es capaz de decirlo y
solo dirige su peor mirada a la portadora de la cartera.
Las dos
señoras se sientan y una grita: -MESERO!- Todos alrededor las miramos.
Mesero:
-Buenos días. ¿Qué les puedo ofrecer?
Señora
1: -Yo quiero un café negro en jarrito con una gota de leche. Pero solo una! Porque
si no me doy cuenta y no lo tomo… y mucho menos pienso pagarlo. Para comer
quiero tostadas. Mmm pensándolo bien, quiero medialunas… no, para comer nada,
me estoy cuidando.
Mesero:
-¿Y usted Madame? – se dirige a la otra mujer.
Señora
2: -¿Cuánto sale cada medialuna?
Mesero:
-¿Quiere que le traiga la carta?
Señora
2: -Quiero saber cuánto sale una medialuna nada más. Mejor no me digas nada,
ahora no quiero. ¿Sabes qué? Tráeme un té
y unas tostadas pero no muy quemadas, pero tampoco muy blancas, y que sean de
pan integral.
Mesero:
-Perfecto!, Enseguida vuelvo.
Mientras
el mesero se marcha…
Señora 2:
-No!, no quiero nada de eso.- Mejor tráeme un vaso de agua.
El
mesero asiente con la cabeza y cuando se da vuelta expresa una cara de indignación.
La señora 2 le pregunta a otra
mujer de otra mesa: - Disculpa, ¿Estás leyendo esa revista? – La mujer de la
otra mesa le da la revista sin decirle una palabra.
Durante todo el desayuno, tanto
el cocinero como los que nos encontrábamos en las mesas más alejadas pudimos
escuchar la conversación de esas dos ladys. Supimos del accidente en moto de Jony,
y del tercer nieto que esta por esperar Betty. Sabemos más política que antes,
y además recibimos algunos tips para nuestra economía.
Son
las 10:00 am y me dispongo a salir. Me paro y veo que las dos anfitrionas hacen
lo mismo. Mientras salgo, me tropiezo con una de ellas porque se detiene
sorpresivamente para ver su celular. Les pido disculpas, a las cual me devuelve
un: -Tené cuidado Nene!- solo llego a emitir una sonrisa.
Mientras
me doy vuelta y sigo mi rumbo llego a escuchar un último diálogo:
Señora
1: -¿Qué café más aburrido no?
Señora
2: -Son todos unos estirados!. Todos arrogantes… ni hablaban entre ellos.
Señora
1: - ¿La plata no hace a la felicidad viste?
Señora
2: Es verdad Betty, prefiero ser pobre y humilde y no como estos estirados. ¿Le
dejaste propina al mesero?
Señora
1: ¿Estás loca? Nos atendió horrible. No se lo merecía.
Señora
2: Tenes razón. Que aprenda!
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