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domingo, 16 de julio de 2017

Ráfaga


               
Ráfaga 
 
             Caminando por las calles mojadas de una ciudad atacada por gotas que caen de donde no sabemos. ¿Eso ya es mágico no? Qué importa que sepamos o no porque llueve, prefiero sentirme como un hombre de edad antigua y decir: ¡Esto es mágico!

 

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                La lluvia se hace más intensa, y decido ingresar a un museo que me queda de paso.  En la boletería me cobra una persona que no parece persona. Y su rostro parece estático, sin expresiones. Debido al diluvio no hay muchas personas en el museo, es más, no consigo ver una sola. Recorro el primer piso, y en el mismo se exhibe las obras de una artista famosa. Es curioso, ya que además de las obras, también exhiben diarios personales e historia personal de la mujer.

                “…. Mi madre murió cuando me tuvo a mí. Y desde ese momento mi relación con mi padre fue un desastre. Desde aquel día aprendí la palabra odio y amar al mismo tiempo. Son palabras muy fuertes, para ser las primeras que aprenda. Desde ese día que aprendí a manejarme por mí misma.

                Durante toda mi niñez mi padre estuvo ausente. Los días los pasaba con mi abuelo, en un campo muy cerca de la gran ciudad. Me rodeaba de caballos, de gallinas y de aquellos animales a los cuales les sienta bien la noche.  Todo ser que le gusta merodear la noche, es de dudosa moral.

                A la edad de 18 años, mi padre me comenta que es asexual. Que con mi madre no tenía sexo en lo absoluto. Y que una noche, después de un reproche de mi madre, accedió a tener sexo con ella, pero que no lo disfruto. De ese acto forzado, fui concebida. Por culpa de eso acto maldito, mi madre no respira más...”

                Sigo recorriendo las obras del primer piso, y me atrae más la vida de ella que las obras. No es que las obras sean malas, es que su vida personal es interesante.  Me siento en un sofá, y una proyección comienza. Fondo blanco, una silla y ella. No esperaba a una joven de esa edad. No sé si verla de arriba abajo, o de abajo hacia arriba. Todo en ella hace que mi interés crezca. Zapatillas rosas de lona, gastadas, con pequeños detalles de pinturas, como si las usara para todo lo que hace. Debe de calzar 33, 34 como mucho. Delicada, salida de una cajita de cristal. Sus facciones no son las más bellas, pero son las más bellas  para mí. Ojos estándares, cejas depiladas, finas y de un tono castaño claro. Su nariz, no es diminuta, y le da personalidad al resto de la cara.  La pera está bien marcada,  y tiene un pequeño hoyuelo justo en la mita de esta. Los labios están pintados de un rojo carmesí furioso, pero no logra hacerla sensual.  Tiene un pequeño sombrero que logra el cometido que ella quiere que logre. Tiene una calza y una remera ajustada que tapa sus caderas pero que al mismo tiempo las resalta más. Debe medir 1.65 mts. Solo la veo a ella, mi vista se potencia y reduce los demás sentidos, no logro escuchar nada de cómo se presenta. Lo único que logró escuchar es que no cobra ni vende sus obras, lo cual me parece muy llamativo.

                Termino de recorrer el primer piso, voy al segundo y no encuentro nada interesante.  Me dirijo al tercero, y veo a la primera persona y única. No le prestó atención y veo las obras. Tampoco encuentro nada interesante y dirijo mi atención a la otra persona. Como tiene un piloto no logro verla, sé que es una mujer por la estatura.

Inconcluso