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viernes, 25 de diciembre de 2015

Indio de Bombay


            Hace mil años fui un indio en Bombay. No me acuerdo bien ya que los años le juegan a uno una mala pasada, pero me sentía cómodo con el taparrabo. Y es que por ese tiempo no teníamos vergüenza de nuestro físico. Todos los indios que allí habitan, incluyéndome a mí, éramos de una contextura delgada, algunos eran tan delgados que no hablaban, no se movían, y hasta no respiraban.

                Oh! Que buenos tiempos aquellos! Me acuerdo de ir corriendo descalzo por donde me placía, pues ahora solo puedo estar descalzo en la ducha, pero siempre y cuando tenga a ese par de pececitos que no me dejan resbalar y dejar mi cabeza como una manzana asada. Los zapatos solo me duran seis meses, y cada vez están más caros. Si se rompen tan fácilmente, ¿Cómo pueden subir el precio? Y es que hasta las mejores marcas tienen que tener un límite. El otro día, al bajar del subte en hora pico, con todos esas personas apuradas, que parecen vacas de mataderos corriendo por todos lados, sufrí un pizotón de una señora morruda que iba con más bolas que extremidades de un cuerpo humano, y solo por eso se ha roto la suela. Entiendo que la señora tenía el mismo peso del que soporta un solo ascensor, pero es que no puedo estar cuidando los zapatos como si fuera mi celular.

                ¿Por dónde estaba? Ah sí! Que lindos momentos!, y eso que mi memoria falla, pero hace mil años yo era un indio en Bombay, y era respetado. Tenía mi poderosa lanza con la cual mataba todo animal que se me cruzara por delante. Si pasaba una cebra, la aniquilaba. Si pasaba un rinoceronte, lo aniquilaba. Si pasaba un león, lo aniquilaba. Si pasaba un político, lo aniquilaba…

                Ahora es todo tan diferente, me encuentro adiestrado por mi vecina de cincuenta y cuatro años. Grita todo el tiempo, como si todo el edificio estuviera conspirando contra ella, que el del quinto esto, que el del sexto lo otro. Que le quitan el dinero, que antes era una persona exitosa. El inconveniente es que vive sola, y nadie le dice nada. ¿Por qué demonios grita? Como si fuera poco, cada vez que me propongo elevar el volumen de mi equipo de música un poco, me golpea a la puerta antes de que la primera canción llegue al estribillo, maldita pitonisa!. Me dice insolente, y que va a llamar a la policía y me va a desalojar. Vivo con auriculares y en mi propia casa L

                Todo esto es inaudito, y es que era muy diferente diez centenares de años antes, allí en Bombay. ¿Qué dónde queda Bombay?...mmm no me acuerdo, es que los años le juegan a uno una mala pasada.

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