Su vida estaba en pausa, es decir, el seguía
moviéndose, pero todo lo que había soñado desde pequeño venia sufriendo
continuas postergaciones hasta tal punto que se había olvidado lo que realmente
buscaba. Se conformaba con objetivos a corto plazo como irse de vacaciones al
caribe por dos semanas, sin tener en cuenta que se pasaba el resto del año
trabajando en algo que no le gustaba. Las cuentas de los bancos lo superaron en
un momento donde la economía de su país se disparaba hacia una crisis. El le
decía el efecto ola. Estuvo demasiado tiempo usando el crédito que le daban los
bancos, estuvo mucho tiempo merodeando por lo profundo, nadando y jugando sin
tener en cuenta el riesgo. Hasta que llego un punto donde los intereses eran
impagables, así como el capital que debía. De repente, la ola llego y se lo
llevo y luego solo le restaba nadar hasta llegar a la orilla. ¿Cuándo llegaría?
En esos momentos el tiempo es indefinido y de una gran incertidumbre. Sin
embargo, la principal meta no es llegar a la orilla. La principal meta es no
ahogarse.
Las relaciones, las apariencias
lo habían despojado de lo que ansiaba cuando era mas joven. Todas las
ilusiones, sueños, ganas y toda esa motivación de un segundo para otro se
desvanecieron. Los días pasaban y le costaba hasta respirar. Levantarse e ir de
un lado a otro era una sentencia de muerte. Se sentía enfermo y desganado,
pensando en que por dentro una enfermedad terrible ocasionaba su dejadez. Se levantaba cansado y se costaba de la misma
manera. Siempre fue un muchacho que le gustaba mantener la apariencia,
arreglarse y hasta se la daba de guapo, pero las ojeras comenzaron a darle una
apariencia inhumana. Tenía la vista ida y no lograba sentirse bien por
completo. Las esperanzas no existían ni en la radio.