Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo es uno
de los escritores más importantes de Latinoamérica, y sobre todo de Argentina.
Sin duda su infinito conocimiento sobrepasa mis aptitudes de comprensión. Por
tal motivo, en este post quiero expresar mi admiración hacia él mediante dos
cuentos, los cuales comprendí (o eso espero). Los dos pertenecen al libro “El
Aleph”, y uno de ellos se llama igual que el libro: “El Aleph”, y el nombre del
otro es “El Zahir”. La manera en la que he elegido exponerlo es publicando
partes de ambos cuentos, a las que considero de mayor profundidad y por lo
tanto las mejores. Para una mejor recepción, cada fragmento inicia con una
pequeña intro para que se puedan involucrar con el cuento en forma general.
Poco puede aportar lo que yo piense de Borges, pero
indudablemente, su manera de escribir y su filosofía me ha marcado después de
leerlo. Siempre pienso en su cabeza como una gran biblioteca, de pisos
incontables y con estanterías sin límites. Y cada vez que entró en El Ateneo Grand Splendid (https://es.wikipedia.org/wiki/El_Ateneo_Grand_Splendid)
suelo sentirme dentro de su cabeza, de su mundo, pensando que cada libro, cada
escritor, cada personaje, cada descripción, cada lector son producto de su
creatividad, y que pertenecen a un cuento de él.
Para culminar, les dejo algo de mi propia autoría,
inspirado por ambos cuentos y que le di el nombre de “Universo”.
El Aleph, (El Aleph, 1949)
Intro:
El cuento está
narrado en primera persona particular, en una puesta en
abismo en la cual la voz del narrador se identifica con la del
autor y el protagonista del cuento, Borges: "Beatriz, Beatriz Elena,
Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo,
soy Borges". Con esta estrategia, Borges pretende, al incluirse en el texto, confrontar al
lector con una representación ficticia de sí mismo, con
un objetivo preciso y teóricamente desconocido por el protagonista del cuento.
Gracias a esta mise en abyme, el autor sugiere la
indefinición de los márgenes entre lo real y lo ficticio. Además del autor, el
cuento hace alusión a varios personajes históricos, como Paul Fort,
Homero, Hesíodo, Carlo Goldoni y Michael
Drayton, por ejemplo.
Fragmento elegido
“...En la parte inferior del escalón, hacia la
derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al
principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión
producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del
Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin
disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas
cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el
populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una
plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era
Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un
espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio
de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de
una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de
agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi
en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo
cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda,
donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera
versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra
de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen
cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y
el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color
de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de
Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi
caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la
delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando
tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las
sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres,
émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la
tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me
hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido
a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia
atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de
mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi
el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras,
vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto
secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre
ha mirado: el inconcebible universo. Sentí infinita veneración, infinita
lástima…”
El Zahir, (El Aleph, 1949)
Intro:
La historia es relatada en primera persona; el narrador-protagonista lleva el mismo nombre que el autor empírico (Borges). Dice estar escribiendo esta historia cinco meses después de haber encontrado el Zahir, hecho acaecido un 7 de junio luego de asistir al velorio de Teodelina Villar. Ya en el comienzo del relato se percibe el influjo que el objeto tuvo sobre el personaje.
Teodelina Villar había sido un símbolo de la moda
de quien el personaje había estado enamorado. Teodelina representa lo efímero,
lo fugaz, que contrasta con lo perenne e inmutable del Zahir.
Borges recibe el Zahir como vuelto por el pago de
una bebida alcohólica, una caña; se trata de una moneda de veinte centavos que
estudia brevemente y que gradualmente comienza a ocupar su pensamiento. Al día
siguiente se deshace de ella al darla en pago de una caña en un almacén
distinto, cuyo paradero se esfuerza en ignorar.
Obsesionado por esa moneda, Borges encuentra
distintas referencias históricas del Zahir, acompañadas de meditaciones de
características místicas o religiosas.
El Zahir irá ocupando cada vez con más intensidad
todos sus pensamientos, hasta que llegará el momento en que Borges prevé que
dejará de percibir el universo para contemplar únicamente el Zahir.
Fragmento elegido
“…El tiempo, que atenúa los recuerdos, agrava el
del Zahir. Antes yo me figuraba el anverso y después el reverso; ahora, veo
simultáneamente los dos. Ello no ocurre como si fuera de cristal el Zahir, pues
una cara no se superpone a la otra; más bien ocurre como si la visión fuera
esférica y el Zahir campeara en el centro. Lo que no es el Zahir me llega
tamizado y como lejano: la desdeñosa imagen de Teodelina, el dolor físico. Dijo
Tennyson que si pudiéramos comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y
qué es el mundo. Tal vez quiso decir que no hay hecho, por humilde que sea, que
no implique la historia universal y su infinita concatenación de efectos y
causas. Tal vez quiso decir que el mundo visible se da entero en cada
representación, de igual manera que la voluntad, según Schopenhauer, se da
entera en cada sujeto. Los cabalistas entendieron que el hombre es un
microcosmo, un simbólico espejo del universo; todo, según Tennyson, lo sería.
Todo, hasta el intolerable Zahir.
Antes de 1948, el destino de Julia me habrá
alcanzado. Tendrán que alimentarme y vestirme, no sabré si es de tarde o de
mañana, no sabré quién fue Borges. Calificar de terrible ese porvenir es una
falacia, ya que ninguna de sus circunstancias obrará para mí. Tanto valdría
mantener que es terrible el dolor de un anestesiado a quien le abren el cráneo.
Ya no percibiré el universo, percibiré el Zahir. Según la doctrina idealista,
los verbos vivir y soñar son rigurosamente sinónimos; de miles de apariencias
pasaré a una; de un sueño muy complejo a un sueño muy simple. Otros soñarán que
estoy loco y yo con el Zahir. Cuando todos los hombres de la tierra piensen,
día y noche, en el Zahir, ¿cuál será un sueño y cuál una realdad, la tierra o
el Zahir?
En las horas desiertas de la noche aún puedo
caminar por las calles. El alba suele sorprenderme en un banco de la plaza
Garay, pensando (procurando pensar) en aquel pasaje del Asrar Nama, donde se
dice que Zahir es la sombra de la Rosa y la rasgadura del Velo. Vinculo ese
dictamen a esa noticia: Para perderse en Dios, los sufíes repiten su propio
nombre o los noventa y nueve nombres divinos hasta que éstos ya nada quieren
decir. Yo anhelo recorrer esa senda. Quizá yo acabe por gastar el Zahir a
fuerza de pensarlo y de repensarlo, quizá detrás de la moneda esté Dios.”
Universo
“Y al leer a Borges, me sentí ingenuo, ignorante.
Me sentí ínfimo en un universo perfecto e inmenso, el cual era su cabeza. Me encontré siendo un
niño jugando con temas de adulto. Su perfección me redujo a la nada, a lo que
realmente soy... Y cuando me puse a reflexionar, no encontraba palabras para
explicar algo que era inexplicable. Y cuando pensaba que no las iba a encontrar,
cayeron como catarata. Me encontré solo en la nada misma, rodeado de espejos, y
en cada espejo estaba reflejado mi ser pero sin ser yo (por lo menos
físicamente). Fue cuando El Zahir y El Aleph coincidieron en un mundo que no
los merece, porque no estamos capacitados para tal excelencia. Desde ese
momento, rondan en mi cabeza, de manera permanente.”
Jorge Luis Bordes es son duda alguna, uno de mis escritores favoritos. Los cuentos que mencionas son increíbles por su belleza, conocimiento y profundidad. Nos invitan a un mundo místico y más amplio, tan tremendamente extenso que supera, no sólo nuestras expectativas, sino nuestra capacidad de comprensión, pero al menos nos acerca a la verdad del universo.
ResponderBorrarBorges es uno de los mejores kabalistas modernos, de allí, su vasto conocimiento y enseñanza.
Saludos. Te encontré por Twitter. Ojalá estemos en contacto..
Admirable tu comentario y muy cierto todo lo que decís. Esperamos que nos des la oportunidad de compartir y postear algo creado por vos, ya que esta es la idea del blog. Estamos en contacto :)
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