Giacomo Leopardi
Cuando les menciono el nombre Giacomo
Leopardi a las diferentes personas que conozco, me responden que es conocido
como uno de los mejores poetas italianos. Es curioso que lo considere como el creador de uno de los cuentos que más
me gusta. Creo que me gusta por el sentido optimista que le da a este.
Hay dos maneras
de plantearse la vida que repercute en nuestras acciones, en nuestros día a
día, y por supuesto en nuestra personalidad. La primera manera es pensando que
lo mejor que nos va a ocurrir a lo largo de nuestro paso por esta vida ya ha
sucedido y por lo tanto, nos produce un constante sentimiento de nostalgia que
nos hace quedar anclados a ese momento. Y la segunda, que es la que se plantea
en este cuento “Dialogo entre un vendedor de almanaques y un transeúnte”, es de
optimismo, considerando que lo mejor siempre está por venir, porque si nuestro
punto de mayor éxito ya fue vivido y ha quedado en el recuerdo ¿Cuál es el
sentido para lo que resta?
Diálogo entre un vendedor de almanaques y un transeúnte
Vendedor. ¡Almanaques, almanaques, almanaques nuevos! ¡Calendarios
nuevos! ¿Un almanaque, señor?
Transeúnte. ¿Son para el año nuevo?
Vendedor. Sí, señor.
Transeúnte. ¿Crees que tendremos
un año nuevo feliz?
Vendedor. Sí, caballero, sí, por supuesto.
Transeúnte. ¿Cómo el año que acaba de pasar?
Vendedor. Más, más todavía.
Transeúnte. ¿Cómo el anterior?
Vendedor. Más todavía, caballero.
Transeúnte. ¿Cómo cuál, entonces? ¿No te gustaría que el año nuevo fuera
como alguno de estos últimos años?
Vendedor. No, señor, eso no me gustaría.
Transeúnte. ¿Cuántos años nuevos pasaron desde que empezaste a vender
almanaques?
Vendedor. Van a ser veinte años, caballero.
Transeúnte. ¿A cuál de esos veinte años te gustaría que se pareciera el
año que viene?
Vendedor. ¿Cuál me gustaría a mí? No, no sabría decirle.
Transeúnte: ¿No recuerdas alguno en especial, que te haya parecido feliz?
Vendedor. La verdad, no, caballero.
Transeúnte. Pero la vida es bella, ¿no es cierto?
Vendedor. Eso ya se sabe
Transeúnte. ¿No volverías a vivir esos veinte años, e incluso todo el tiempo
que pasó desde que naciste?
Vendedor. ¡Ah, estimado señor, ojalá se pudiera!
Transeúnte. Pero ¿Si tuvieras que volver a vivir la vida que ya viviste,
exactamente igual, con todos sus placeres y dolores?
Vendedor. No, no, eso no quisiera.
Transeúnte. ¿Y qué otra vida quisieras volver a vivir? ¿La vida que tengo
yo, o la del príncipe, o la de algún otro? ¿No crees que tanto yo como el príncipe
o cualquier otro responderíamos igual que tú, con esas mismas palabras, que si tuviéramos
que repetir lo ya vivido, no nos gustaría volver al pasado?
Vendedor. Bueno, sí, eso creo.
Transeúnte. Entonces, ¿no volverías atrás, si la condición es ésta y no
otra?
Vendedor. No, señor, en serio, no volvería.
Transeúnte. ¿Qué vida quisieras, entonces?
Vendedor. La vida que Dios me diera, sin otras condiciones.
Transeúnte. ¿Una vida librada al azar, sin saber nada de antemano, como
no se sabe nada del año nuevo?
Vendedor. Sí, así es.
Transeúnte. Lo mismo quisiera yo si pudiera vivir de nuevo, y creo que
todos. Esto indica que el azar, en lo que fue del año, trató mal a todo el mundo.
Y se ve claramente que cada uno opina que el mal fue mucho mayor y mucho más
grave que el bien que le tocó en suerte. Si la condición para recuperar la vida
desde el comienzo incluyera todo lo malo y lo bueno, a nadie le gustaría volver
a nacer. La vida bella no es la que se conoce, sino la futura. Con el año
nuevo, el azar nos tratará bien a los dos, y a todos, y comenzará la vida
feliz. ¿No es cierto?
Vendedor. Espero que sí.
Transeúnte. Entonces, muéstrame el almanaque más bonito que tengas.
Vendedor. Tome, caballero. Son treinta centavos.
Transeúnte. Aquí los tienes.
Vendedor. Gracias, caballero, hasta pronto. ¡Almanaques, almanaques
nuevos! ¡Calendarios nuevos!
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