“Todos los pergaminos, con la excepción de uno, contienen un principio, una ley, o una verdad fundamental escrita en un estilo singular para ayudar al lector a comprender su significado. A fin de dominar el arte de las ventas, uno debe aprender y practicar el secreto de cada pergamino. Cuando uno domina estos principios, tiene el poder de acumular toda la riqueza que desea”
Pergamino número 5
Viviré este día como si fuese el último día de mi
vida.
¿Y
qué haré con este último día de valor incalculable que me queda? Primero,
sellaré el contenido de la vida de manera que ni una gota se derrame sobre la
arena. No perderé ni un momento siquiera en lamentarme por las desgracias del
ayer, las derrotas del ayer, los sufrimientos del ayer, porque ¿Por qué debo
desperdiciar lo que es bueno en lo malo?
¿Puede
la arena deslizarse hacia arriba en el reloj? ¿Saldrá el sol donde se pone y se
pondrá dónde sale? ¿Puedo vivir de nuevo los errores del ayer y
corregirlos? ¿Puedo hacer que retornen
las heridas del ayer y sanarlas? ¿Puedo volverme más joven que ayer? ¿Puedo
desdecirme del mal que he hablado, anular los golpes que he asestado, el dolor
que he provocado? No, el ayer ha quedado sepultado para siempre y no pensaré
más en él.
Viviré
hoy como si fuera el último día de mi existencia.
¿Y
qué haré entonces? Olvidándome del ayer, no pensaré tampoco en el mañana. ¿Por
qué arrojaré el ahora detrás del quizá? ¿Puede la arena del mañana correr
por el reloj antes que la de hoy? ¿Nacerá el sol dos veces esta mañana? ¿Puedo
realizar las tareas del mañana mientras me hallo en la senda del hoy? ¿Puedo
poner el oro del mañana en la bolsa del hoy? ¿Puede el niño del mañana nacer
hoy? ¿Puede la muerte que se producirá mañana proyectar hacia atrás su sombra y
oscurecer el gozo de hoy? ¿Debo preocuparme de acontecimientos que quizá nunca
contemple? ¿Debo atormentarme con problemas que tal vez nunca ocurran? ¡No! El
mañana yace sepultado con el ayer, y no pensaré más en él. Viviré este día de
mi existencia.
Este
día es todo lo que tengo, y estas horas son ahora mi eternidad. Saludo este
amanecer con exclamaciones de gozo, como un preso a quien se le conmuta la
sentencia de muerte. Elevo mis brazos con agradecimiento por este don
inapreciable de un nuevo día. Así también me golpearé el pecho con gratitud al
considerar a todos los que saludaron la salida del sol del ayer y que hoy no
figuran entre los vivos. Soy en realidad un hombre afortunado, y las horas de
hoy constituyen algo extra, inmerecido. ¿Por qué se me ha permitido vivir este día extra,
cuando otros, muchos mejores que yo, han muerto? ¿Será acaso que han cumplido
su propósito mientras que el mío está aún inconcluso? ¿Es ésta otra oportunidad
de convertirme en el hombre que yo sé que puedo ser? ¿Existe un propósito en la naturaleza? ¿Es
éste mi día para distinguirme?
Viviré
este día como si fuese el último de mi existencia.
Tengo
tan sólo una vida, y la vida nada es sino una medida de tiempo. Cuando malgasto
una destruyo al otro. Si malgasto el hoy destruyo la última página de mi vida.
Por la tanto, trataré con ternura y afecto cada hora, porque no retornará
jamás. No puede conservarse hoy para ser usado mañana, ¿Quién puede atrapar al
viento? Asiré con ambas manos cada minuto de este día y lo acariciaré con
afecto puesto que su valor es incalculable. ¿Qué hombre moribundo puede comprar
el hálito de otro aunque esté dispuesto a dar por él todo su oro? ¿Qué valor
asignaré a las horas que me quedan? Las
consideraré inapreciables.
Viviré
este día como si fuese el último de mi existencia.
Eludiré
con ahinco a todo aquello que mata el tiempo. A la indecisión destruiré con la
acción; sepultaré las dudas bajo la fe; el temor destruiré con la confianza. No
escucharé a los labios ociosos; no me quedaré donde hay manos ociosas; a
personas ociosas no visitaré. De aquí en adelante sabré que el cortejar la
ociosidad equivale a robar alimentos, ropas y calor de aquellos a quienes
amamos. No soy ladrón. Soy un hombre que siente cariño en su corazón y hoy es
mi última oportunidad de demostrar mi cariño y mi grandeza.
Viviré
este día como si fuese el último de mi existencia.
Los
deberes de hoy cumpliré hoy. Hoy acariciaré a mis hijos mientras son niños aún;
mañana se habrán ido, y yo también. Hoy abrazaré a mi mujer y la besaré
dulcemente; mañana ya no estará ni yo tampoco; hoy le prestaré ayuda al amigo
necesitado; mañana ya no clamará pidiendo ayuda, ni tampoco yo podré oír su
clamor. Hoy me sacrificaré y me consagraré al trabajo; mañana no tendré nada
que dar, y no habrá nada que recibir.
Viviré
este día como si fuese el último de mi existencia.
Y
si es mi último día, será mi monumento más grande. Este día haré el mejor de mi
vida. Este día aprovecharé los minutos hasta su máximo. Lo saborearé y daré
gracias. Aprovecharé todas las horas y a los minutos canjearé solamente por
algo de valor. Trabajaré con más ahinco que nunca y exigiré a mis músculos
hasta que pidan el alivio, y aun así continuaré. Haré más visitas que nunca. Venderé
más mercancías que nunca. Ganaré más oro que nunca. Cada minuto de hoy será más
fructífero y fecundo que las horas de ayer. Mi último día deberá ser mi mejor
día.
Viviré
este día como si fuese el último de mi existencia.
Y
si no lo es, caeré de rodillas y daré gracias.
Extraído del libro "El vendedor más grande del mundo" - de Og Mandino
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