“Todos los pergaminos, con la excepción de uno, contienen un principio, una ley, o una verdad fundamental escrita en un estilo singular para ayudar al lector a comprender su significado. A fin de dominar el arte de las ventas, uno debe aprender y practicar el secreto de cada pergamino. Cuando uno domina estos principios, tiene el poder de acumular toda la riqueza que desea”
Pergamino número 8
Extraído del libro "El vendedor más grande del
mundo" - de Og Mandino
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Una
hoja de morera tocada por el genio del hombre se convierte en seda. Un campo de
arcilla tocado por el genio se convierte en un castillo.
Un
ciprés tocado por el genio del hombre se convierte en un santuario. Un vellón
de lana tocado por el genio del hombre se convierte en un manto para un rey.
Y
si es posible que las hojas y la arcilla y la madera y la lana multipliquen su
valor en un ciento por ciento, qué digo, en un mil por el hombre. ¿No puede
hacer lo mismo con la arcilla que lleva mi nombre?
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Soy
como el grano de trigo a quien le confrontan tres futuros. El trigo puede ser
puesto en una bolsa y arrojado en un chiquero para alimentar a los puercos. O
puede molerse y convertirse en harina y luego en pan. O puede sembrarse en la
tierra a fan de que crezca hasta que sus espigas de oro produzcan mil granos de
uno.
Soy
como un grano de trigo, con una diferencia. El trigo no puede escoger ser de
alimento para los puercos, molido para el pan, o plantado para que se multiplique. Yo tengo la facultad
de elección y no permitiré que mi vida sea alimento para los puercos no dejaré
que sea molida bajo las piedras del fracaso y la desesperación, y así
quebrantado, ser devorado por la voluntad de otros.
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Para
que crezca y se multiplique es necesario plantar el grano de trigo en la
oscuridad de la tierra, y mi fracaso, mi desesperación, mi ignorancia y mis
inhabilidades son la oscuridad en la cual he sido plantado a fin de madurar.
Ahora, como el grano de trigo que brotará y fructificará solamente si es
nutrido por la lluvia y el sol y los vientos tibios, yo también debo nutrir mi
cuerpo y mi mente para cumplir mis sueños. Pero para crecer hasta llegar a su
plenitud el trigo debe esperar los caprichos de la naturaleza. Pero yo no
necesito esperar porque tengo el poder para escoger mi propio destino.
Hoy multiplicaré mi valor en un
ciento por ciento.
¿Y
cómo lograré esto? Primeramente fijaré metas para el día, la semana, el mes, el
año y mi vida. Así como la lluvia debe caer antes de que el grano de trigo
rompa su cáscara y germine, así yo también debo tener metas y objetivos para
que mi vida cristalice. Al fijarme metas recordaré mis mejores trabajos del
pasado y los multiplicaré en un ciento por ciento. Este será el nivel según el
cual viviré en el futuro. Nunca me preocuparé de que mis metas sean demasiado
elevadas, puesto que ¿no es mejor acaso
apuntar mi lanza a la luna y herir solamente a un águila que apuntar mi lanza
al águila y pegarle solamente a una roca?
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
La
magnitud de mis metas no me asombrará aunque quizá tropiece antes de
alcanzarlas. Si tropiezo me levantaré de nuevo y mis caídas no me preocuparán
porque todos los hombres deben tropezar con frecuencia antes de llegar a su hogar.
Sólo el gusano está libre de la preocupación de tropezar. Y yo no soy gusano.
No soy una cebolla tampoco. No soy una oveja. Soy hombre. Que otros construyan
una cueva con su arcilla. Por mi parte construiré un castillo con la mía.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por
ciento.
Y
así como el sol debe calentar la tierra a fin de producir la plantita de trigo,
así también las palabras de estos pergaminos calentarán mi vida y convertirán
mis sueños en realidad. Hoy sobrepasaré toda acción que realicé ayer. Subiré a
la montaña de hoy con toda la habilidad que tengo, y sin embargo mañana subiré
más alto que ayer. El sobrepasar los hechos de los otros carece de importancia;
el sobrepasar mis propios hechos es lo que significa todo.
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Y
así como el viento caliente hace madurar al trigo, los mismos vientos llevarán
mi voz a aquellos que me escucharán y mis palabras les anunciarán mis metas.
Una vez pronunciado, no me atrevo a revocar lo que he dicho por temor a la
humillación. Seré como mi propio profeta, y aunque todos se rían de mis
declaraciones, oirán mis planes, conocerán mis sueños. Y de esta manera no
habrá escape para mí hasta que mis palabras se conviertan en hechos realizados.
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
No
cometeré el terrible crimen de apuntar demasiado bajo.
Realizaré
la labor que un fracasado no realizará.
Siempre
extenderé mi brazo más allá de lo que está a mi alcance.
No
quedaré nunca contento con mi actuación en el mercado.
Siempre
ampliaré mis metas tan pronto como las haya alcanzado.
Procuraré
siempre hacer que la próxima hora sea mejor que está.
Proclamaré
siempre mis metas al mundo.
Y
sin embargo, nunca proclamaré mis éxitos. Que el mundo en cambio se me acerque
con alabanza y que tenga yo la sabiduría de recibirlo con humildad.
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Un
grano de trigo cuando se multiplica en un ciento por ciento producirá cien
tallos. Multipliqué éstos en un ciento por ciento, diez veces, y alimentarán a
todas las ciudades del mundo. ¿No soy yo más que un grano de trigo?
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Y
cuando haya realizado esto, lo repetiré de nuevo, y de nuevo, y se producirá el
asombro a la maravilla ante mi grandeza, en circunstancias que las palabras de
estos pergaminos se cumplen en mí.
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