<<La sencillez es la máxima sofisticación>>
La habilidad zen de Jobs para concentrarse iba acompañada de
un instinto afín, el de simplificar las cosas centrándose en su esencia y
eliminando todos los componentes innecesarios. <<La sencillez es la
máxima sofisticación>>, afirmaba Apple en su primer folleto publicitario.
Para entender lo que esto significa, basta comparar cualquier software de Apple
con, por ejemplo, Microsoft Word, que es cada vez más feo y abigarrado, con
barras de navegación nada intuitivas y molestas funciones añadidas. Es un
recordatorio de la gloria alcanzada por Apple en su búsqueda de la sencillez.
Jobs
aprendió a admirar la sencillez cuando trabajaba en el turno de noche en Atari
tras dejar los estudios en la universidad. Los juegos de Atari no traían manual
de instrucciones y tenían que ser lo suficientemente sencillos como para que un
estudiante pudiera utilizarlos. Las únicas instrucciones del juego de Star Trek
eran: <<1. Introduce una moneda. “. Evita a los Klingon.>> Su amor
por la sencillez se refinó durante los seminarios de diseño a los que asistió
en el Instituto Aspen a finales de la década de los setenta, en un campus
construido en estilo Bauhaus que se caracterizaba por las líneas limpias y el
diseño funcional, carente de florituras o distracciones.
Cuando
Jobs visitó el Centro de Investigación de Palo Alto de Zerox y vio los planos
para un ordenador que tenía una interfaz de usuario más amable y un ratón, se
propuso conseguir un diseño más intuitivo (su equipo permitía al usuario pichar
y arrastrar los archivos y carpetas sobre un escritorio virtual) y más
sencillo. Por ejemplo, el ratón de Xerx tenía tres botones y costaba 300
dólares; Jobs acudió a una empresa local de diseño industrial y le dijo a uno
de sus fundadores, Dean Hovey, que quería un modelo sencillo con un solo botón
que costase 15 dólares. Hovey accedió.
Jobs
perseguía la sencillez que se alcanza al conquistar la complejidad, en lugar de
ignorarla. Se dio cuenta de que lograr una simplicidad tan profunda daría lugar
a una máquina que se adaptará al usuario de forma intuitiva en vez de suponerle
un desafío. <<Hace falta mucho trabajo –afirmaba- para que algo resulte
sencillo, para comprender de verdad los desafíos latentes y obtener soluciones
elegantes. >>
Cuando
conoció a Jony Ive, diseñador industrial de Apple, Jobs encontró a su alma
gemela en su búsqueda de una sencillez profunda y no meramente superficial.
Ambos sabían que algo así no se logra simplemente con un estilo minimalista o
con la ausencia de desorden. Para eliminar los tornillos, los botones o el exceso
de pantallas de navegación era necesario alcanzar una compresión profunda de la
función que desempeñaba cada elemento. <<La sencillez requiere llegar a
lo más profundo – explico Ive-. Por ejemplo, para conseguir que algo no lleve
tornillos, puedes terminar con u producto muy enrevesado y complejo. La mejor
forma de solucionarlo es profundizar en la simplicidad, comprenderlo todo sobre
el producto y su fabricación. >>
Mientras
se diseñaba la interfaz del iPod, Jobs trató de encontrar en todas las reuniones
la manera de deshacerse de lo superfluo. Insistía en que debía ser capaz de
acceder a cualquier opción que quisiera con solo tres clicks. Una de las
pantallas de navegación, por ejemplo, preguntaba a los usuarios si querían
realizar la búsqueda por canción, álbum o artista. << ¿Para qué
necesitamos esa pantalla?>>, preguntaba. Los diseñadores se dieron cuenta
de que no era necesaria. << A veces estábamos rompiéndonos la cabeza para
solucionar algún problema con la interfaz, y entonces él decía: “¿Habéis
pensado en esto?” – Comenta Tony Fadell, director del equipo del iPod-. Y
entonces todos decimaos: “¡Hostia!”. Él redefinía el problema o el enfoque que
debíamos darle, y nuestro pequeño contratiempo desaparecía. >> Hubo un
momento en que Jobs planteó la sugerencia más sencilla de todas: deshacerse del
botón de encendido y apagado. Los miembros del equipo al principio quedaron
desconcertados, pero después se dieron cuenta de que el botón no era necesario.
El dispositivo podía apagarse de forma gradual mientras no se utilizara y
encenderse de nuevo al volver a interactuar con él. Asimismo, cuando le
presentaron una serie de propuestas abigarradas para las pantallas de
navegación de iDVD, que permitían que los usuarios grabaran archivos de vídeo
en un disco, Jobs se levantó de un salto y dibujo un sencillo rectángulo en una
pizarra. <<He aquí la nueva aplicación – anunció-. Tiene una ventana, se
arrastra el vídeo hasta la ventana, a continuación se pulsa el botón “Grabar” y
ya está.
Cuando
buscaba empresas o sectores vulnerables a su entrada, siempre preguntaba quien
estaba haciendo productos más complicados de lo necesario. En el año 2001,
encajaban en esa descripción los reproductores de música portátiles y la forma
en que adquirían las canciones a través de internet, lo que le llevo a concebir
el iPod y la tienda iTunes. Los teléfonos móviles fueron los siguientes. Jobs
solía coger los móviles de los demás en medio de una reunión y vociferaba (con
razón) que nadie podía ser capaz de averiguar cómo se utilizaban ni la mitad de
las funciones, incluida la agenda. Al final de su carrera su mirada estaba
puesta en la industria de los televisores, que había hecho casi imposible que
la gente pudiera ver lo que quisiera y cuando quisiera con un simple click.
Extraído del libro "Steve Jobs - Lecciones de liderazgo" - Walter Isaacson
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