Los días parecen repetirse, los diálogos son idénticos y se superponen
sin sentido. La automatización ha acaparado toda la atención de tal forma, que
los personajes no pueden diferenciar si son ellos mismos los que se expresan o
la imagen que han adoptado. El sistema no esta preparado para hechos nuevos,
para eventos impredecibles. Cualquier sorpresa produciría el desconcierto, la
no respuesta. O peor aún, el hecho inhabitual tendría como contrapartida el
dialogo diario obteniendo una conversación incoherente. Esta es la razón por la
cual los integrantes de este sistema no logran congeniar, porque realmente no
son ellos los que se están conociendo. Cada individuo muestra un perfil para
protegerse, para encajar, para caer bien o simplemente para soportar el día
tras día.
Hay algunos principios dentro de
este sistema. Uno de ellos es que la verdad es primordial, mejor dicho, hacer
pensar a los demás que uno tiene la verdad es lo importante. A veces la disputa
por ella se torna tan exhaustiva que se asemeja a una pelea de vida o muerte. Es
tal la búsqueda de la verdad que, en ocasiones, aunque uno no la tenga, el
orgullo y la terquedad se apoderan del individuo hasta el punto de defender una
falacia.
El problema es que el sistema es
vulnerable. La confección de este sistema viene de tiempos remotos, y tiene
fallas por todos lados. La sociedad ha evolucionado tanto, que el sistema ha
quedado obsoleto. Una de las principales fallas es que existe la posibilidad de
que la verdad puede ser la mentira. Es decir, que, en esa disputa por tener posesión
de la verdad, salga victorioso el que defiende la falacia. Esto se puede
producir por el consenso de los testigos que se encuentran presente en la
discusión, por temas de poder, por vínculos, contactos, etc.
Otros temas importantes para los
pertenecientes al género masculino es la virilidad. Además de la verdad, los
hombres que pertenecen a este sistema compiten continuamente por preservar su
virilidad sobre la de todos los demás competidores. La misma es cuestionada con
perseverancia y, en ocasiones (producto de otra falla del sistema) atenta
contra la moral social e individual. Será decisión del hombre si desea seguir
en esa competencia sin sentido o mantener su conciencia en equilibrio.
Se puede apreciar que la mayoría
de los integrantes no desean o se quejan por pertenecer a este sistema. El
conformismo, el miedo y la ambición produce el sesgo de tales, quienes, ante la
imposibilidad de considerar otra alternativa, se entregan parcialmente a un
juego antiguo. Se encuentran en un estado de depresión que los modifica y que
arrincona sus deseos y sus pensamientos.
¿Dentro de unas décadas, dirán
que es inconcebible como vivimos en estos tiempos como nosotros repudiamos las
épocas feudales?
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