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viernes, 25 de enero de 2019

Automático


Los días parecen repetirse, los diálogos son idénticos y se superponen sin sentido. La automatización ha acaparado toda la atención de tal forma, que los personajes no pueden diferenciar si son ellos mismos los que se expresan o la imagen que han adoptado. El sistema no esta preparado para hechos nuevos, para eventos impredecibles. Cualquier sorpresa produciría el desconcierto, la no respuesta. O peor aún, el hecho inhabitual tendría como contrapartida el dialogo diario obteniendo una conversación incoherente. Esta es la razón por la cual los integrantes de este sistema no logran congeniar, porque realmente no son ellos los que se están conociendo. Cada individuo muestra un perfil para protegerse, para encajar, para caer bien o simplemente para soportar el día tras día.
                Hay algunos principios dentro de este sistema. Uno de ellos es que la verdad es primordial, mejor dicho, hacer pensar a los demás que uno tiene la verdad es lo importante. A veces la disputa por ella se torna tan exhaustiva que se asemeja a una pelea de vida o muerte. Es tal la búsqueda de la verdad que, en ocasiones, aunque uno no la tenga, el orgullo y la terquedad se apoderan del individuo hasta el punto de defender una falacia.
                El problema es que el sistema es vulnerable. La confección de este sistema viene de tiempos remotos, y tiene fallas por todos lados. La sociedad ha evolucionado tanto, que el sistema ha quedado obsoleto. Una de las principales fallas es que existe la posibilidad de que la verdad puede ser la mentira. Es decir, que, en esa disputa por tener posesión de la verdad, salga victorioso el que defiende la falacia. Esto se puede producir por el consenso de los testigos que se encuentran presente en la discusión, por temas de poder, por vínculos, contactos, etc.
                Otros temas importantes para los pertenecientes al género masculino es la virilidad. Además de la verdad, los hombres que pertenecen a este sistema compiten continuamente por preservar su virilidad sobre la de todos los demás competidores. La misma es cuestionada con perseverancia y, en ocasiones (producto de otra falla del sistema) atenta contra la moral social e individual. Será decisión del hombre si desea seguir en esa competencia sin sentido o mantener su conciencia en equilibrio.
                Se puede apreciar que la mayoría de los integrantes no desean o se quejan por pertenecer a este sistema. El conformismo, el miedo y la ambición produce el sesgo de tales, quienes, ante la imposibilidad de considerar otra alternativa, se entregan parcialmente a un juego antiguo. Se encuentran en un estado de depresión que los modifica y que arrincona sus deseos y sus pensamientos.
                ¿Dentro de unas décadas, dirán que es inconcebible como vivimos en estos tiempos como nosotros repudiamos las épocas feudales?

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