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viernes, 11 de diciembre de 2015

Crónicas de un final anunciado


                 Agua comprimida en pequeñas cantidades forma cuerpos diminutos que se dejan caer sobre el cemento cálido de un terreno de alguna ciudad de algún país de algún planeta. Mojan el suelo y lo dejan secar para volverlo a mojar, haciendo doler a aquellos que transitan por aquel cemento bajo la luz de una estrella, la más conocida.

                En realidad estoy mintiendo, no sé si eso está ocurriendo. Estoy bajo tierra, en una línea de subte, situado en un tren dentro de un vagón sentado en un asiento pegado al comienzo del andén, lo que sería el final de la calle por la cual circulan vehículos por encima de mí. Si, un camión me paso por encima. Lo curioso es que no sé dónde estoy, ni hace cuanto que el subte está parado en esta estación. Veo cantidad de gente caminar por afuera del vagón. Algunos con la camisa semiabierta, otros con la camisa abierta, otros con traje con corbata, otros sin esta.  Chicas con polleras hasta el tobillo, otras con polleras cortas. Algunas están muy abrigadas, otras parecen estar en la playa. Algunos con lentes de sol, y otros con lentes de leer pero que no están leyendo. Otros con lentes de contacto que están leyendo. Algunos leen novelas, otros biografías, otros apuntes de la facultad, algunas libros de autoayuda. Los viajeros diarios leen el diario. Padres que les dan a sus hijos la parte de deportes cuyas páginas podrían cubrir a estos últimos. Pero es verano, no hay que cubrirse. 

                Pero de repente no hay nadie, y si los hay no los noto. Solo a ese anciano de apariencia excéntrica, con más pelos arriba del labio inferior que en el tope de su cuerpo, ahí en la cabeza. Tiene un poco de cabellos por encimas de su oreja derecha, y por encima de su oreja izquierda. Pero no coincide con el color de los “mostachos” ¿Será una peluca? Pero porque cubrir solo por encima de las orejas. Seguro que son nuevos audífonos para escuchar mejor. Tiene una campera de jean de los 80, y una remera de un color no descifrable. Su nariz sobresale más de su cara que otras facciones del cuerpo, las cuales están levemente desnutridas. Su frente tiene apariencia de concentrar la mayor parte del peso total, y sus brazos serían imperceptibles si no estarían pegados al cuerpo. Al darse cuenta que lo estoy observando, se levanta y se dirige hacia mí, y me dice: -¿Qué te pensas? Que yo voy a permitir que me vengas a mirar de esa manera, luego de que tuve que soportar como caía agua comprimida en pequeñas cantidades que forma cuerpos diminutos que se dejan caer sobre el cemento cálido de un terreno de alguna ciudad de algún país de algún planeta. Pues claro que no, estoy acá bajo tierra, en una línea de subte, situado en un tren dentro de un vagón sentado en un asiento pegado al comienzo del andén, lo que sería el final de la calle por la cual circulan vehículos por encima de mí. Si, un camión me paso por encima!

Levanta  uno de los brazos, pero no logro verlo. Me golpea.

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