La famosa y en ocasiones infame capacidad
de Jobs para forzar a los demás a lograr lo imposible fue bautizada por sus
compañeros como su <<campo de distorsión de la realidad>> a raíz de
un episodio de Star Trek en que los alienígenas crean una realidad alternativa
convincente con el poder de su mente. Uno de los primeros ejemplos fu cuando
Jobs, mientras trabajaba en el turno noche de Atari, presionó a Steve Wozniac
para que crease un videojuego llamado Breakout. Woz le advirtió de que iba a
necesitar meses, pero Jobs se quedó mirándolo fijamente e insistió en que podía
hacerlo en cuatro días. Woz sabía que aquello era imposible, pero acabó
consiguiéndolo.
Los
que conocían a Jobs interpretaban lo del <<campo de distorsión de la
realidad >> como un eufemismo con el que en realidad aludían a su
presunto carácter intimidatorio y a sus mentiras. Sin embargo, los que
trabajaban con él reconocían que aquel rasgo, por exasperante que pudiera ser,
les permitía alcanzar metas extraordinarias. Como Jobs pensaba en las reglas
habituales de la vida no iban con él, logró inspirar a su equipo para cambiar
el curso de la historia de la informática con solo una fracción de los recursos
con que contaban empresas como Xerox o IBM.
<<Era
una distorsión que se autoalimentaba- recordaba Debi Coleman, miembro del
equipo original del Mac y ganadora de un premio por ser la empleada que mejor
se enfrentaba a Jobs-. Lograbas hacer lo imposible porque no te dabas cuenta de
que era imposible>>.
Un
día, Jobs entró en el cúbiculo de Larry Kenyon, el ingeniero que trabajaba en
el sistema operativo de Macintosh, y su quejó de que aquello tardaba demasiado
en arrancar. Kenyon comenzó a explicarle por qué era imposible reducir el
tiempo de espera, pero Jobs lo cortó en seco. <<Si con ello pudieras
salvarle la vida a una persona, ¿encontrarías la forma de reducir diez segundos
el tiempo de arranque?>>, le pregunto. Kenyon reconoció que posiblemente
podría. Jobs se dirigió a una pizarra y le mostró que, si había cinco millones
de persona utilizando el Mac cada día, y tardaban diez segundos de más en
encender el ordenador, aquello sumaba unos trescientos millones de horas
anuales que la gente podría ahorrarse, lo que equivalía a salvar cien vidas
cada año. Unas semanas más tarde, Kenyon había conseguido que la máquina
arrancará veintiocho segundos más rápido.
Cuando
Jobs estaba diseñando el IPhone, decidió que quería que la cubierta fuera de un
cristal duro y a prueba de arañazos en lugar de ser de plástico. Se reunió con
Wendell Weeks, el director general de Corning, quien le explico que en los años
sesenta su empresa había desarrollado un proceso de intercambio químico que los
había llevado a crear los que ellos denominaban <<cristal gorila>>.
Jobs dijo que quería realizar un pedido enorme de cristal gorila para dentro de
seis meses. Weeks le replicó que Corning ya no producía aquel material y que no
tenían la capacidad necesaria para hacerlo. <<No te preocupes por
eso>>, respondió Jobs. Aquello sorprendió a Weeks, que no estaba
acostumbrado al campo de distorsión de la realidad de Jobs. Trató de explicarle
que una falsa confianza no lo ayudaría a superar los desafíos en materia de
ingeniería, pero aquella era una premisa, que, como ya había demostrado en
repetidas ocasiones, no estaba dispuesto a aceptar. Se quedó mirándole
fijamente y sin pestañear. <<Si que puedes hacerlo – afirmó-. Hazte a la
idea. Puedes hacerlo>>. Weeks recuerda que negó con la cabeza perplejo, y
que después llamo a los gerentes de la fábrica de Corning en Harrodsburg,
Kentucky, que estaban fabricando pantallas de cristal líquido, y les ordenó que
se pusieran de inmediato a producir cristal gorila a tiempo completo.
<<Lo hicimos en menos de seis meses- comento-. Pusimos a trabajar a nuestro
mejores científicos e ingenieros y logramos llevarlo a cabo.>> Como
consecuencia de esto, Corning fabrica en Estados Unidos los cristales de cada
IPhone e IPad.
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