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sábado, 26 de diciembre de 2015

Edén


                Estoy en el paraíso, el sol cae por el fondo de lo que mis ojos alcanzan a ver. Hay árboles tan altos, que parecen rascacielos. Las casas parecen que pertenecen a un cuadro de los grandes renacentistas, las ventanas son de gran tamaño, y dejan ver la felicidad de las personas que las albergan. Sus colores son de otoño, y demuestran la tranquilidad del contexto. El pasto posee un color tan intenso que solo le falta un cartel que diga “recién pintado”. Un pequeño lago recorre el interior de todo el pueblo, sus orillas están cubiertas por rocas tan naturales como el agua del rio. Siempre pensé que el poder verse reflejado en el agua era de película pero ahora me contradigo. Por este rio corre el agua más potable, cristalina y natural que he conocido.

                Todo es tan tranquilo, solo se escucha el canto de los miles de pájaros que se posan en las copas de los miles de árboles., cantando cada dos segundos, como si no les hiciera falta inhalar un poco de oxígeno. Encima, los árboles son tan altos que  uno no les puede alcanzar con una roca del río.  Ahh! Es tan tranquilo, parece un pueblo fantasma, nadie hace nada. Mi primo se encuentra sentado en su silla hace dos horas, mirando un punto fijo, con una mueca de felicidad en su rostro. Estoy casi seguro que esta drogado, pero no sé si debería preguntarle. Pero es que nadie en estado sobrio podría soportar  el rechinar de la silla en la cual está.  Se mece para adelante, y se mece para atrás, como si no escuchará ese ruido espantoso que hace. Mis tíos y otros primos se fueron a dormir la siesta, HACE CUATRO HORAS!

                No puedo soportarlo más, y es que estoy enamorado de la ciudad, necesito ruido, gente apurada a la cual no le importo, pisándose entre ellos, esquivándose al borde de golpearse de frente. Necesito taxis, colectivos, vendedores ambulantes, sé que siempre digo que odio todo eso, pero es mentira. Amo odiar todo eso. Esto es irreal, hace dos horas que estoy viendo lo mismo, y no hay nada para hacer, estoy pensando en empezar a golpearme mi rostro sin parar, sé que nadie se va a dar cuenta, mi primo esta drogado.

                Mi gran preocupación es lo que viene, voy a quedarme un mes entero aquí y no lo voy a soportar. ¿Qué desde cuando estoy? Llegué hoy a la mañana.

                Después de meditarlo varios minutos, llegue a la conclusión del suicidio. Pero hasta suicidarse aquí es imposible, para comprar una cuerda hay que ir al centro a ocho horas por la carretera que bordea ese lago odioso que no deja construir caminos más directos.

                He decidido hacer lo único que puedo hacer:

                -Ey primo, me das de lo que te estas metiendo.

                - Claro, aquí tienes.

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